
El Hércules vuelve a los titulares. Pero no por los goles, sino por los planos. La ciudad deportiva que el alcalde Luis Barcala ha anunciado con entusiasmo promete ser “el gran paso adelante” que el club necesitaba. Un proyecto con campos de entrenamiento, un miniestadio de 3.000 espectadores y, quién sabe, quizá la posibilidad de reformar por fin el Rico Pérez. Todo suena a renacimiento, justo cuando el Hércules duerme en la última posición de la tabla.
Escuchando las declaraciones del alcalde, me vienen a la cabeza esos goles que uno no se atreve a celebrar por miedo a que acaben anulados por fuera de juego. Consultando la hemeroteca, leo en el Diario Información un titular de 2005: “Ortiz anuncia que construirá la ciudad deportiva en Rabasa”. Con el tiempo, aquel anuncio quedó en papel mojado. Cinco años más tarde, en 2010, el mismo diario hablaba de otro proyecto, esta vez en una zona próxima al Club Atlético Montemar, la misma que ahora se vuelve a proponer. También se quedó en promesa.
Y así podríamos seguir. Desde hace décadas se habla de reformas, reacondicionamientos y proyectos de modernización del Rico Pérez, pero salvo reparaciones puntuales, el estadio sigue prácticamente igual que en el Mundial del 82. También sigue igual, hasta el momento, la situación deportiva de un equipo que lleva demasiados años lejos de la élite, y no ya de Primera División, sino incluso del fútbol profesional. Hoy se aspira, con suerte, a volver a Segunda…
No es que el nuevo proyecto no merezca ilusión. La merece, y mucha, pero conviene recordar que la confianza de la afición herculana ya ha sobrevivido a demasiadas promesas.
No sé si será por el descrédito que a estas alturas me produce la política, o porque cada vez que una buena noticia la anuncia un político me echo a temblar. Antes algunos se quejaban de enterarse de las cosas por la prensa; ahora, ni eso: ahora las exclusivas las dan directamente los políticos.
Hoy se podrá hablar de implicación, colaboración y responsabilidad entre instituciones… pero la realidad devuelve a la apatía cuando uno mira la situación del club, la categoría en la que compite y el estado de su estadio. Un Rico Pérez que lleva años deteriorándose sin que su propietario, el Instituto Valenciano de Finanzas, la Generalitat Valenciana, el propio club o el Ayuntamiento, con su alcalde a la cabeza, hayan encontrado soluciones para adecentarlo.
Y si de verdad hay recursos para grandes obras, quizá el Ayuntamiento debería empezar por cumplir promesas más urgentes: construir los centros de salud que descongestionen la sanidad local o llevar el tranvía a los barrios que siguen esperando su parada.
Más conveniente sería que, unos y otros, antes de lanzar a bombo y platillo grandes proyectos de futuro, empezaran por mejorar lo básico: el día a día de la ciudad. Porque Alicante, hoy por hoy, sigue necesitando más limpieza y mejores servicios.
Es cierto que el alcalde ha anunciado la incorporación de un centenar de nuevos operarios para reforzar la limpieza viaria, una medida que sin duda será bienvenida si se cumple y se mantiene en el tiempo. Pero una ciudad cuidada no se mide solo en titulares, sino en calles limpias todos los días. Y el club, por su parte, debería mejorar sus instalaciones y centrarse en construir un equipo competitivo que devuelva a la afición las ganas de ir al Rico Pérez.
Ya después, “si eso”, que nos hablen de los grandes proyectos…
Dicho lo cual, ojalá esta vez las palabras se traduzcan en hechos. Que la ciudad deportiva no sea solo un titular de temporada, sino un proyecto serio, transparente y duradero. Alicante lo necesita, el Hércules lo merece y la afición lo ha ganado a pulso.
Pero hasta entonces, prudencia. Porque aquí los sueños siempre llegan antes que los goles, y los proyectos, por muy bien que se dibujen, acaban anulados a la primera revisión. Ya sabemos cómo va esto: la jugada puede ser preciosa… hasta que alguien levanta el banderín del fuera de juego.