
Decía Valdano que el fútbol es un estado de ánimo. Y pocas veces una frase ha encajado tan bien con lo que se vivió en el Rico Pérez. El Atlético Madrileño llegaba pletórico, tras ganar sus cuatro últimos partidos y asaltar el liderato con el ánimo por las nubes. El Hércules, en cambio, venía de semanas oscuras, eso sí, con la energía renovada después de remontar, tres días antes, un partido ante el Villarreal B que se había puesto cuesta arriba.
El fútbol, ese caprichoso termómetro del alma, tiene estas cosas: lo cambia todo en noventa minutos. El equipo alicantino jugó con una serenidad desconocida, con la cabeza despejada y el corazón encendido. Cada balón dividido fue una declaración de intenciones. Cada jugada, una pequeña rebelión contra la resignación de otras tardes infructuosas. Y los goles, claro, hicieron el resto. Porque no hay nada que los goles no puedan arreglar.
Cuando el ánimo cambia, cambia todo lo demás. El pase que antes pesaba una losa ahora vuela, la duda se convierte en intuición y hasta la suerte se pone de tu parte. No hay táctica que funcione sin confianza, ni equipo que gane sin creer que puede hacerlo. Y el Hércules, por fin, ha empezado a creer.
Hasta el VAR se pone de tu parte, si hace falta, anulando un penalti en contra que podría haber comprometido esos minutos finales de partido. Aunque en esta categoría no se denomina VAR, porque no hay ningún árbitro en una sala tirando líneas, midiendo distancias con precisión milimétrica ni avisando de errores. Aquí, el sistema de revisión tiene poco de VAR; más bien parece un BARETO, por lo barato que sale y porque el árbitro decide a “ojímetro”. Si la toma no ayuda, se improvisa. Tiene menos tecnología que el profesional, sí, pero se suple con fe, que al fin y al cabo también sirve.
A la salida del estadio se notaba: menos quejas, más sonrisas y esa sensación de que algo empieza a cambiar.
Quizá sea pronto para hablar de remontadas, pero este Hércules ha encendido los motores y apunta hacia arriba. Después de tantas turbulencias, por fin ha despegado.
Solo una petición: si vuelven las turbulencias, que nadie active el piloto automático.