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::Opinión – El Hércules toca fondo en la tabla mientras espera el relevo en el banquillo, a la luz del farolillo rojo

El equipo se hunde en la última posición entre errores propios, dudas y decisiones que ya no admiten demora.

El Hércules se apaga con la misma facilidad con la que una llama de vela cede ante el primer soplido. El propio Torrecilla lo admitió tras el partido.

Ante cualquier contratiempo, el equipo se viene abajo. Una reflexión que, más allá de la autocrítica, suena a diagnóstico preciso del momento que atraviesa el club.

Esa no es, precisamente, la actitud que debería mostrar un equipo teóricamente armado para luchar por el ascenso. El 2-1 de ayer en Teruel fue más que una derrota, la señal que identifica a un grupo sin fe.

Y esa llama que al inicio de la competición encendía el discurso del ascenso y devolvía la ilusión a la afición hoy parpadea sin fuerza bajo el resplandor tenue del farolillo rojo.

La caída en Teruel tuvo muchos nombres y una misma consecuencia: tocar fondo. Los errores que siguen marcando los malos resultados son, una vez más, propios. Pérdidas de balón, desajustes defensivos, nervios donde debería haber calma, orden y capacidad de reacción. Falta carácter y sobra resignación en un Hércules que se ahoga en su propio humo.

El rival marcó el ritmo haciendo lo justo. Jugó con claridad, con ese oxígeno que al Hércules le falta. Dominó, golpeó y supo administrar su ventaja ante un conjunto desorientado, sin chispa ni convicción.

El crédito de Rubén Torrecilla está agotado, y aunque todo apunta a que seguirá al menos un partido más en el banquillo, ya no hay discurso que sostenga los resultados ni paciencia que amortigüe la caída.

La sensación es que el relevo es inminente… pero también que un nuevo error en esa elección podría acentuar el drama.

El Hércules necesita respirar, volver a creer, encontrar quien avive su fuego antes de que sea demasiado tarde. El próximo banquillo no admite más titubeos. Un nuevo fallo podría sellar la condena porque una llama débil aún puede reavivarse, pero si se deja apagar del todo, solo quedará humo.

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